martes, 20 de septiembre de 2011

9.1816. Belgrano y el Congreso de Tucumán.



En sus últimos años, Belgrano vivió inmerso en un tremendismo que lo acompañaría hasta su temprana muerte.

Ya no esperaba nada bueno de Artigas. Al igual que nuestros hombres preclaros de la revolución, jamás confió en la democracia ni en el "federalismo" de los caudillos, "bribones incendiarios...con ideas de pura teoría". La anarquía lo encolerizaba y asustaba: no la aceptaba siquiera de momento como estación ineludible en la gestación de algo grande, de valor. Lo mismo en cuanto a la improvisación. Como si un movimiento revolucionario no estuviera siendo observado y fogoneado por dioses como éstos, indiferentes a veces a la voluntad de los Héroes.

De cualidades morales y de conducta inobjetable, Belgrano representa la hibridez en nuestro modo de concebir los asuntos.

'Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano', (Buenos Aires, 3 de junio de 1770 –  20 de junio de 1820), retrato sin información del artista tomado de galerias.educ.ar
Masón y católico. Organización, autoridad y liturgia.

A la hora de la reflexión supeditaba todo a una idea integradora y moral. "Nación" por sobre "provincias confederadas"; la religión católica por sobre el liberalismo ateo. Lo primero, la "nación", concepto que debía de ser definido en términos concretos, cosa que jamás sucedería por entonces. Lo segundo representaba lo heredado y lo asumido como propio, Porque en verdad, hablamos de "propio" cuando hablamos de aquellas cosas que ya ni nos cuestionamos y sin embargo nos preservan y nos reflejan al fin. De ahí que los jóvenes ilustrados porteños -sostén y fervor revolucionario-, desdeñosos de todo lo heredado, distaran tanto de las simpatías de Don Manuel.

Su punto justo era demasiado alto para nuestro pueblo como para cualquier otro..Sólo los individuos pueden proponerse a sí mismos alturas regias.

Los años han convertido a don Manuel en algo más valioso que un "estadista" o un artífice de la coyuntura. Su vida es un libro que debe ser leído a conciencia.

Personas como él nunca serán del todo comprendidas, porque se las desfigura acorde con los modos y los valores de los distintos tiempos que corrieron desde entonces entre nosotros, los argentinos. Nos acostumbramos a una lectura pobre, sesgada y voluntarista de nuestra historia así como de nuestro presente. Quizás yo mismo no esté demasiado lejos de ésto que tanto detesto. Quizás Belgrano, quien odiaba a "los bribones incendiarios...con pura teoría" no estuviera sino impregnado de "pura teoría", igual que aquellos a quienes honestamente aborrecía.

Don Manuel nunca entendió que las democracias, que tantos fastidios y dolores de cabeza conllevan, tienen en sí mismas sus correctivos apropiados; que bajo cualquier forma de gobierno subyace un principio conservador esencial; y que intentar plasmar una idea cualquiera requiere mínimamente del arte de obtener la voluntad "del otro", voluntad que no puede ser sustituida por una "idea genial" por mejores que sean las intenciones. Y si todo esto acontece en un contexto de gobierno democrático - el único garante de la libertad - , deberemos aprender a convivir con la barbarie, con el clientelismo, con el arribismo de algunos, la demagogia del político así como con la voluntad de la mayoría.

Porque la "libertad" no se aprende sino practicándola.

Porque nuestros males son el fruto de no haber asumido como propias aquellas conquistas de nuestros libertadores y porque a su tiempo fuimos esclavos de los Reyes, de las guerras, de los caudillos, del militarismo reaccionario y del egoísmo urbano. Ni bien se sembró la semilla de la revolución y de la independencia, nació el germen que nos obligaría a 'huir hacia adelante', abandonando cualquier otra forma de gobierno que no fuera la democrática. Pero Belgrano no concibió estas simples cosas que uno puede apreciar a la luz de los hechos resultantes y de las lecturas. Belgrano hizo mucho más que ésto: hizo historia.

No fueron pocos quienes muchísimo más acá en el tiempo, intentaron torcer el curso de los acontecimientos con el uso de la violencia en pos de la pacificación y la unión, excluyendo al pueblo -aparente beneficiario- de toda participación. Los resultados están a la vista.

Don Manuel le escribiría a Artigas y al mismísimo don Gaspar Francia en su convencimiento de las bondades de una monarquía incásica. Ni Dios ni los hombres bendicen la candidez cuando es ajena.

Un poeta ha dicho "felices los pueblos que no tienen historia". Ese escepticismo embellecido de un tibio acento lírico nos obliga a advertir que sólo las tribus nómades azotadas por todo viento de circunstancia no tienen historia. Para bien o para mal, el hombre debe ser parte del nacimiento de la "nación" en la que procure realizar su ideal de vida. Y ello conlleva el hecho que debe elegir y perfeccionar a su propio gobierno. Para todo lo demás, cabe la ineludible imagen de "la oveja y del rebaño".

El Congreso de Tucumán significó el punto más alto en su carácter de ideólogo. Flamantemente restaurado como general del Ejército de Norte, don Manuel vislumbró un nuevo orden de cosas impulsado por sus vientos de doctrina, finamente atemperados por sus lecturas de los iluministas franceses quienes a fuerza de enlodar al Absolutismo español, endiosaban las culturas indígenas, absolutas desconocidas para ellos...

'Don José de San Martín', retrato del maestro catalán don Fidel Roig Matóns (c.1920) tomado de docente.mendoza.edu.ar

...al tiempo que la bandera azul y blanca era empuñada y alzada por el poderoso y largo brazo del general San Martín en su gesta y su epopeya americana.

Pero la realidad americana jamás se ajustó a su lectura personalísima de los asuntos. Y Belgrano, ajeno a zalamerías, no pudo evitar la profunda tristeza de sus últimos años.

Vaya a su noble memoria este queridísimo número 9.

Las postales de Darío Lavia son más que apropiadas: son indispensables. En el alto del camino que le proponemos desde siempre las hallará. Ha contado para su realización con la participación de Ana María Vargas, una querida amiga de la casa. Debemos al propio Darío la bellísima ilustración de don Vicente Pazos Kanki, pilar en el periodismo rioplatense y sudamericano. Y de pura maldad, dejaremos la segunda entrega del genial estudio de Pablo Martín Cerone sobre don Hipólito Buchardo para nuestro número diez.

Para la segunda parte de este número, proponemos un estudio del Congreso del Tucumán, de su importancia por entonces, y de las lejanas voces y luces que se entreveran aún hoy en nuestros asuntos y en el modo de concebirlos y de asumirlos.

Sobre el final de éste número a modo de cierre y de yapa, algunas reflexiones acerca del periodismo, de los indios y de "algunas cuestiones irresueltas" que confiamos serán de utilidad para cualquier mente abierta.

Un fuerte abrazo, querido Lector. Cuente con nosotros.

Un Hornero.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Fines de 1814. En consonancia con aquellos lejanos juramentos de Mayo, el Director Posadas enviaría emisarios al viejo Continente: Sarratea, Belgrano y Rivadavia.

Estando "en los cuernos del toro", se intentó razonar con Fernando VII bajo la nueva figura de una monarquía constitucional que incluya un Congreso. Mucho de nuestra "argentinidad" se apoya sobre aquellas vagas ideas constitucionalistas, cocinadas en la espesa noche europea que amaneciera con la Restauración y con la Santa Alianza.


Las instrucciones de aquella comitiva eran tan amplias como podían serlo. Pero dejaban asentadas aquellas cuestiones sobre las que no habría marcha atrás. En ellas, claramente aceptábamos someternos al monarca restaurado debiendo éste reconocerle a sus colonias americanas una completa autonomía administrativa. Podía llegarse incluso a considerar la designación de un príncipe que nos gobernase, siempre que éste aceptare "las formas constitucionales que establecen nuestras provincias". Ante una negativa, las instrucciones eran de negociar prontamente con otra nación europea de rango que permitiera hacer frente a una segura y pronta reacción española.

Belgrano y Rivadavia llegaron a Inglaterra el 7 de mayo de 1815 durante los "Cien días" de Napoleón. Por entonces, Fernando buscaba las simpatías del Corso de un modo que a la distancia suena bastante indigno. Eran tiempos de zozobra. Pero llegó Waterloo y con él, el "terror blanco". El mundo respiraba aliviado y volvía a foja cero sólo que ahora ningún reinado europeo se avendría a tratar con naciones rebeldes: España iba a invadirnos irremediablemente.

No hubo resultados para destacar de los esfuerzos de aquella misión que quizás fuera abstrusa pero en nada felónica ni vergonzante.

Don Enrique de Gandía nos enseña
Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV pudo ser rey del Reino Unido del Río de la Plata, o sea, de la extensión que correspondía a las actuales repúblicas de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, con zonas adyacentes que hoy configuran otros países. La Constitución era muy semejante a la de Gran Bretaña, con libertad de cultos y de conciencia, libertad de imprenta, inviolabilidad de las propiedades y seguridad individual; precedentes indudables de lo que con los años proyectaría Juan Bautista Alberdi".

Es en este estado de asuntos en que Belgrano vuelve a las Américas. Para entonces, se celebraba en la ciudad del Tucumán, un Congreso.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

A su "carlotismo" reconocido, don Manuel le adosaría un componente nativo: un descendiente de los Incas. De aquel reinado "Incaico Borbón", Belgrano confiaba en sostener a las Américas en armonía con los acontecimientos europeos recientes, cosa improbable si sólo representáremos para la Europa un grupo de colonias anarquizadas y beligerantes encendida por caudillos ambiciosos e inescrupulosos.

Pocos se plantearon por entonces -Pazos Kanki fue uno de ellos- qué tan ambiciosos e inescrupulosos eran los reyes y señores del Viejo Continente.

Ahora, ¿cómo íbamos a armonizar con un Artigas enervando los ánimos del litoral así como los de nuestras principales provincias mediterráneas; con la guerrilla constante en nuestro norte, con el bloqueo brutal que mantenía a la región de Cuyo al filo de lo tolerable, con las cavilaciones de un gobierno porteño que no lograba legitimarse y con los ejércitos del general Lecor a pie de invasión, bajo el apoyo y el aplauso de montevideanos y porteños ilustrados?

En nuestro número 7 ya vimos algo de nuestra diplomacia de por entonces.

Nicolás Herrera y Juan Manuel García ofrecían de suyo y en representación de lo más escondido del Partido Directorial truculentas negociaciones en la corte de los Braganza en el Brasil, que coronarían con la invasión del General Lecor en nuestro propio litoral y en la Banda Oriental. Ya volveremos sobre estos asuntos delicados.

"Ver las cosas como son, y no a través de una bruma" es más espinudo de lo que debiera. Belgrano, fiel a las causas de Mayo y enemigo natural de un federalismo amorfo más declamado que comprendido, terminaría por convertirse en pregonero de un gobierno que, en el mejor de los casos, era un disparate.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

1816. "Revolución" e "independencia" tenían para entonces más de conato que de gesta. Cada mañana debíamos lavarnos el rostro con la helada y odiosa agua de la noticia de una nueva derrota.

La de Rancagua en Chile significó el retorno de los realistas al mando en tierras trasandinas y el consiguiente cierre de rutas y comercio desde y hacia el país trasandino. Cuyo apenas sobreviviría a esto.

'Don José María Morelos y Pavón' (1765-1815), retrato sin información del artista tomado de historiamundo.com
Desde México llegaban noticias del fusilamiento del cura y militar José María Morelos, ariete y doctrina revolucionaria en tierras aztecas. Previo a su muerte, sería degradado y declarado hereje por la Inquisición.

La tropa expedicionaria de Morillo dominaba a pesar de la heróica resistencia de los patriotas de la Nueva Granada al tiempo que Bolivar se refugiaba en Jamaica. (Recuerde el Lector que esa expedición, la encomendada por el propio Fernando VII al General Pablo Morillo, tenía por destino final la invasión a Montevideo, debiendo ser reasignada hacia Venezuela desde las Canarias por aquel triunfo y toma de Montevideo de Alvear para los días de julio de 1814).

Venezuela y Nueva Granada caerían a manos de los quincemil de Morillo.

'Don Martín Miguel de Güemes' (c.1910).Retrato del maestro don Antonio Alice (1886-1943) tomado de su biografía visual en museoroca.gov.ar
Si sumamos a esto las derrotas sucesivas de Huaqui (1811), Vilcapugio (1813), Ayohuma (1813), Vuelta y Media (1815) y Sipe Sipe (1815), llegado 1816 España no sentía necesidad alguna de resignar demasiado en materia de negociaciones. Volvían a enarbolarse sus estandartes en nuestras Américas con la sola excepción de lo que hoy llamamos Argentina, Paraguay y Uruguay. ¿Que "cómo" no nos llegaron hasta el cuello desde el Alto Perú? Recuerde también el Lector a Güemes y sus Infernales y a la resistencia de los notables y fieros combatientes desde las Republiquetas bolivianas (favor de repasar números anteriores).

De fondo en el tapiz de las naciones, presidiendo fantasmalmente la escena, aparece la imagen de la Santa Alianza.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Artigas asumía -por derecho de vencedor de Alvear-, la representatividad política, militar y moral del Litoral argentino.

'Artigas en la Ciudadela', óleo sobre tela (1884) del maestro montevideano don Juan Manuel Blanes (1830-1901), tomado de wikipedia
Y era claro que su sola figura desataba ondanadas de rencores y desprecio entre los porteños liberales y el propio Director quien se veía forzado a sentarse y a negociar con el Caudillo, negociación que lamentablemente jamás se consumaría.

El ser humano entonces como hoy en día, no termina por aceptar el hecho simple que jamás la verdad se concentra en un sólo bando, que ninguna postura representa en sí misma ni sólo perjuicios ni sólo beneficios, que cualquier causa política conlleva seres que la representen y que éstos intentarán adueñarse seguramente de sus logros habiendo o no méritos, pero que no la sintetizan (a la causa) en su sola y única persona. Y que a veces las cosas suceden de un modo que no nos gustan, pero eso no significa que ese modo sea el incorrecto o que tenga derivaciones negativas. Agréguese a esto que nada es tan simple que pueda ser presentado en pocas líneas, y que el "Bien" y el "Mal" son generalmente dos caras de una misma moneda.

Disculpe la disgresión. Volvamos.

Lo cierto es que las provincias no concedían representatividad alguna al gobierno directorial. Al Litoral insurrecto y la Liga de Provincias enconadas contra Buenos Aires se le sumaba el oportunismo de ciertos grupòs de indios, lo que generaba un escenario desalentador en el plano general. Como suele suceder, las consecuencias no se sufrían equitativamente entre todas las regiones de nuestras Provincias Unidas. Buenos Aires llevaba la mejor parte por causa de su comercio internacional y sus consiguientes remesas de divisas.

Lo interesante es que de allí, de las cuantiosas utilidades de las firmas importadoras, saldrían los empréstitos y las contribuciones - muchas veces forzosas- con que se financiaba el accionar bélico de entonces. La causa nacional se encontraba sostenida desde Buenos Aires por el comercio inglés. No es esto un hecho menor. Y las cuantiosas energías que demandaba el no poder doblegar a Artigas generaban pérdidas de toda índole, poniendo en coma el embrión de aquella nueva nación libre y soberana.

Entendemos que no eran sencillas tales negociaciones. Pero eran impostergables e indispensables para poder afrontar en una primera instancia al entonces enemigo brasileño; y para poder consolidar un proceso institucional mínimo que permitiera vislumbrar cualquier modelo de "nación" y de gobierno.

En este punto que acabamos de definir en trazos sin duda escasos y arbitrarios se hallaban nuestros asuntos cuando se reunió el Congreso de Tucumán. Quizás sean estos mismos puntos los que expliquen la necesidad de tal Congreso.

Fin primera parte

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Postales del Mundo


por Darío Lavia

1-Aymaras

Repartidos entre los actuales Perú, Bolivia, Chile y Argentina, el pueblo Aimará (o Aymará) desciende de los antiguos habitantes de Tiahuanaco (o Tiwanaku), fueron uno de los pueblos sometidos por el Imperio Inca y actualmente se los conoce como "Collas" (de "Collasuyo"). Sus pintorescas ceremonias están reflejadas en este elocuente grabado.
Indios Aymarás
Das Buch der Welt (Stuttgart,1862)
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2- Amazonas brasileño


A diferencia de los aborígenes de los demás países sudamericanos, el impenetrable Amazonas sigue ocultando tribus primitivas que de vez en cuando son "descubiertas" por investigadores de la Civilización.

Indios del Brasil en una festividad
Il Costume Antico e Moderno (Florencia, 1823-38)
de Giulio Ferrario
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3- "Pampas"


"Pampas" fue la denominación dada a los indios que habitaban las planicies pampeanas, pudiendo tratarse de tehuelches septentrionales, puelches, ranqueles, mapuches o la mezcla resultante entre diferentes etnias. En el siglo XIX diversos grupos de "Pampas" encontraron probada eficacia en los "malones", ataques sorpresivos e intensos contra tribus enemigas o bien contra poblaciones de colonos. El botín consistía en llevarse todo aquello que pudieran acarrear, desde caballos, cabezas de ganado, provisiones y hasta mujeres y niños para luego canjearlos por un rescate. Aunque se solían inflar los números de atacantes y botines para generar descontento en la opinión pública, el abuso reiterado del malón motivó el envío de tropas del ejército para defender las poblaciones de frontera.

Indios Pampas en la ciudad
grabado de Vincenzo Batelli
Il Costume Antico e Moderno (Florencia, 1823-38)
de Giulio Ferrario
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Lejos de los míticos patagones gigantes informados por los españoles, los tehuelches se extendieron a través de una región tan vasta que motivó que se sobreestimara su número y la expansión de su lengua. La invasión de los Mapuches y la Conquista del Desierto los dejaron al borde de la extinción. Actualmente, los censos aseguran la existencia de más de 10 mil seres descendientes de aquellos tehuelches.

Patagones de la Patagonia
Naturgeschichte und Abbildung des Menschen (Zurich, 1845)
de H.R.Schinz


4- Los antiguos habitantes


Durante milenios diferentes etnias se establecieron a la vera de las principales cuencas lacustres del Litoral y la Mesopotamia. La composición del área se distribuía en numerosos parches, promoviendo la explotación de variados recursos en distancias no mayores a diez Kilómetros. Esto les permitió - antes de la llegada de los conquistadores europeos- una subsistencia con ciclos de explotación estacional, generando una base continua y estable de energía, sin agotar los recursos ni realizar grandes desplazamientos geográficos en la región.

Indios de Sud América
New World History (1857)
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Fin del Interludio. Inicio de la segunda parte

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido
N B

Ya hablamos que en materia de política interior el clima era de alzamientos constantes (Bulnes en Córdoba, Borges en Santiago del Estero), órdenes y contraórdenes, inestabilidad que forzaba a los directores sin resto moral ni confianza por ningún lado a una virulencia y represión aleccionadoras y encausadoras que sólo terminaban por encausar sus propias renuncias. A Belgrano le cupo un papel en estas horas sombrías, papel que no despreció a pesar de comprometer seriamente su buen nombre en aras del interés nacional o de lo que permanecía en pie. A inicios de 1817 mandaría a fusilar a Juan Francisco Borges, cuya felonía era la de querer "independizar" a Santiago de Estero. La "canalla" entendería el idioma de la violencia. La nación por sobre la provincia. Lo "buscado" por sobre lo "encontrado". Sobre la muerte de Borges, diría don Manuel "Si yo me hubiese andado con parlamentos, estaríamos ahora sin entendimientos". Es muy cierto. Y como nosotros no vemos en la muertes hechos condenables en sí mismos, aceptamos y asumimos el error de don Manuel justamente por su estatura.

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El Congreso de Tucumán, o "...un gobierno que salvase la unidad de las provincias"

'El Congreso de Tucumán', oleo sin información del artista tomado de gedemente.blogspot.com
Don Bartolomé Mitre será quien dé la tónica. Transcribimos aquí unos párrafos completos mientras nos preparamos para una lección maestra:


El Congreso de Tucumán, a cuyo lado iba a ponerse Belgrano, era (...) la última esperanza de la revolución, el único poder revestido de alguna autoridad moral que representara hasta cierto punto la autoridad nacional (...) una parte de las provincias se había sustraído a la obediencia del gobierno central y éste, asediado por las agitaciones de la Capital y por las atenciones de la guerra civil, apenas dominaba en Buenos Aires. Aquel Congreso...presenta uno de los más raros fenómenos en la historia argentina. Producto del cansancio de los pueblos, elegido en medio de la mayor indiferencia, federal por composición y tendencias pero unitario por fuerza de las cosas, de origen revolucionario pero de ideas reaccionarias, dominando moralmente la situación, sin ser obedecido por los pueblos que representaba, creando y ejerciendo el poder ejecutivo, sin haber dictado una sola ley durante el curso de su existencia, proclamaba la monarquía mientras fundaba una república; trabajado interiormente por las divisiones locales, combatido por la anarquía, marchando al acaso, cediendo a veces a exigencias descentralizadoras de las provincias y constituyendo instintivamnte un poderoso centralismo, este Congreso salvó, sin embargo, la revolución, y tuvo la gloria de poner el sello de independencia a la Patria".

Si la Asamblea revolucionaria del Año XIII se caracterizó por su impetuosidad juvenil y cambio radical de modelo, ésta lo haría por su disposición reaccionaria y conservadora. "Mundos espirituales distintos" al decir de don José Ingenieros.

De natural religioso y monáquico, componían el núcleo mismo del Congreso del XVI el grueso de la clase acomodada y letrada del interior, acompañada por el Partido Conservador Porteño. Implicaba un abandono de aquella ideología revolucionaria y un regreso a la mentalidad temperada, colonial. Y marchaba por fuerza de las cosas y de las personas a contrapaso con aquel federalismo que enarbolaba el brazo de Artigas y que representaba el sentir de toda la paisanada.

El 24 de marzo de 1816 se reuniría este Congreso en la ciudad de Tucumán.

No estaban representadas todas las provincias. Algunas lo estaban con emisarios de dudosa representatividad. Ciertos representantes lo eran de sí mismos o de algunos emigrados, habida cuenta que no podían realizarse elecciones libres en territorios que se hallaban bajo el dominio de las armas españolas; otros eran simplemente oídos y ojos de caudillos que esperaban a que aclarase para negociar influencias; algunos representaban a oligarquías municipales de dispersos pueblos.

Cuyo enviaría sus emisarios. Lo propio harían los emigrados del Alto Perú y el Tucumán. Córdoba se sumaría con retraso y con reservas. Lo propio con la Salta de don Martín Miguel de Güemes, a la sazón provincia independiente.

En todo caso, la gran mayoría eran hombres unidos por el odio hacia la capital. Hombres probos y respetables, pero de escasa o ninguna participación hasta entonces en el movimiento general de la revolución. Mal preparados para la vida pública, eran más aptos para el púlpito y para el aula. ("Más bueno era vuestra merced -dijo Sancho- para predicador que para caballero andante").

Sin temple político ni fijeza de propósitos, era el elemento clerical y el legista quienes primero se apuntaron y quienes dieron sentido crítico a la reunión, tal y como sucediera en todas las asambleas políticas de la revolución. Los frailes don Justo Santa María de Oro, don Pedro Ignacio Castro Barros y don Cayetano Rodríguez, junto al sacerdote don Antonio Sáenz se destacaban de entre el plano de los religiosos. Y entre los abogados, don Juan José Paso, don José Mariano Serrano -escritores además ellos-, junto a don Pedro Medrano. Y entre quienes no portaban título alguno, la inmensa figura de don Francisco Narciso Laprida, don Tomás Godoy Cruz -hombre de San Martín-, don Eduardo Pérez Bulnes, hombre fuerte de Córdoba, don José Ignacio Gorriti y don Tomás Manuel Anchorena, antiguo secretario de Belgrano con quien compartía sus afanes monárquicos y su desprecio por lo democrático.

Las durísimas y estériles discusiones propias de una época convulsionada, así como el rencor y la desconfianza imperante en el seno del Congreso, generaron inicialmente sesiones de neto corte declamatorio. La coyuntura desmadraba las intenciones primarias, mientras las provincias seguían en su afán por independizarse al tiempo que el Ejército del Norte demandaba de pertrechos tanto como de doctrina.

'Don Juan Martín de Pueyrredón' (1776-1850). Oleo de su hijo el maestro don Prilidiano Pueyrredón, tomado de elmisteriodeprilidiano.blogspot.com
El propio Congreso comprendió que el ritmo propulsado arrastraría con todo el mundo conocido y con lo poco construido desde aquel Mayo, y se apresuró a conformar un gobierno representativo de las provincias convocadas. El cargo recaería sobre don Juan Martín de Pueyrredón por sobre la candidatura de don José Moldes, a la sazón enconado enemigo de la capital.

En aquellas circunstancias, sin dudas fue la mejor elección posible. La revolución recobró algo de su fuerza expansiva, la primer magistratura recuperó algo de la dignidad perdida, y se pondría dique a una disolución social y política en la que irremediablemente caeríamos llegado el año '20.

A poco de asumido, Pueyrredón se reuniría en Córdoba con el general San Martín comprometiéndose con su inminente campaña de Los Andes. A su regreso, debía abocarse inmediatamente al asunto de la invasión desde Brasil, asunto que le costara a Balcarce, su antecesor, su permanencia en el cargo.

Para julio y durante las deliberaciones, se sumaría Belgrano, a quien confiarían nuevamente el mando del Ejército del Norte con quien alcanzara nuestros más altos laureles en el campo de batalla. Lo haría en reemplazo del general Rondeau quien en franca decadencia, vivía pendenciando con Güemes en terrenos estériles.

La providencia quiso que mientras Belgrano desplegaba sus ideas monárquicas refrendadas durante su reciente experiencia europea en un Congreso donde sin dudas se las recibía de buen agrado, San Martín organizaba en Mendoza el Ejército de los Andes, preludio de su gesta inmortal americana, gesta que demandaba mínimamente de una declaración de independencia.

Los "cuicos" subordinaban toda declaración de la independencia a la adopción de un régimen monárquico, el traslado de la capital a Cuzco, el desistimiento de toda cuestión religiosa y el nacimiento de una dinastía incásica.

Tampoco piense el Lector que la realidad de Buenos Aires era homogénea.

Dos facciones se habían adueñado del centro de poder. Unos, los federalistas, con el apoyo del aún director Balcarce (supimos tener dos directores en un mismo tiempo, cosa que los años no parecieran haber cambiado sino más bien perfeccionado. Y recuerde a este punto el Lector amigo cuando hablábamos de aquellas cosas que aborrecía Belgrano: la improvisación y el desorden), sostenían la imperiosa necesidad de aceptar la fuerza de las cosas y asumir que Buenos Aires era una provincia más en un contexto de provincias confederadas, con lo cual se intentaría sumarla a La Rioja, a Córdoba, a Santa Fé, a Salta y a la Banda Oriental en materia de "independencia" del todo integrador. Primó por sobre esta postura la concepción unitaria de la cosa. Para bien o para mal, Buenos Aires no era una provincia más en un concierto entre pares. era la que detentaba el puerto, la de las mejores opciones...no había "igualdad entre iguales", y en cierto modo, por soberbio que esto fuere, desligarla de su protagonismo en los asuntos nacionales era algo inaceptable.

El Puerto de Buenos Aires representaba una salida natural hacia la Europa. Para Artigas esto no implicaba problema alguno habida cuenta que la Banda Oriental era un portal en sí mismo. Siempre estaba presente el modelo del Paraguay de don Gaspar Francia. Los ríos interiores del Paraguay permitían una salida a través del Brasil, sólo que una alianza con el Paraguay a efectos de explotar estas vertientes era inaceptable para los tiempos de marras. Con los españoles dominando las rutas del Pacífico, quedaba para los altoperuanos una sola opción clara: someterse a los porteños, o domeñarlos. Esto explicaría el cambio de la capital de aquellas Provincias Unidas hacia el Cuzco y la entronización del inca desde la óptica de los diputados altoperuanos, no desde la de Belgrano.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido


'Fray Justo Santa María de Oro' (1772-1836),fotografía tomada de 'Historia Argentina' de Diego Abad de Santillán, Wikipedia
A la declaración de nuestra independencia, un 9 de julio de 1816, le sucedería la pregunta elemental, la de bajo qué formas habríamos de gobernarnos. La de una monarquía era sin dudas la que concitaba todas las voluntades.

Debemos a la voz de un hombre de San Martín, el fraile don Justo Santa María de Oro, el simple hecho de posponer tal decisión hasta tanto se consulte "a los pueblos" sobre el respecto. Un reglamento de carácter provisional era lo máximo a que podía llegarse en el marco de un Congreso. Sin participación popular, no había modo de legitimar modo de gobierno alguno. A su firmeza probablemente debamos el no tener hoy en nuestros lares un rey, cualquiera fuere su linaje. No es un asunto menor el que estamos relatando.

Y si a nuestro fraile debemos la postergación de la elección definitiva de las formas de gobierno a adoptarse, debemos a don José Mariano Serrano el desestimar que la elección recaiga sobre la figura de un descendiente inca. Diputado por Chuquisaca en la Asamblea del XIII y por Charcas en éste Congreso, Serrano, a más de aportar elementos y argumentos notables en sostén de la idea monárquica, pondría el dedo en la llaga en cuanto al asunto del inca.

'Mateo García Pumacahua' (1740-1815) retrato sin información del autor tomado de wikipedia
No tan lejana era la experiencia de don Mateo Pumacahua justamente en el Cuzco. Su intento por rescatar elementos de entre la nobleza incaica le llevó a combatir contra los propios realistas del Alto Perú habiendo sido él mismo en el pasado un oficial realista. Con su lucha intentó exigir el cumplimiento de la propia ley española de Indias así como imponer la Constitución liberal de la España de 1812. A pesar de alcanzar un par de victorias relevantes, jamás lograría consustanciar su causa con los pueblos altoperuanos. Murió decapitado en marzo de 1815. Su experiencia distó mucho de ser algo promisorio o perfeccionable. Ya veremos la reacción de los propios altoperuanos afincados en tierras porteñas con relación a esta idea, la del inca.

La Logia aceptaba la monarquía. Pero el traslado de la capital y la figura del Inca era algo absolutamente descabellado.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido
'Inca en su trono con esposa y enano' (1893) grabado sobre una obra de Edouard Riou, gentileza de mi amigo Darío Lavia
A esta altura, no podemos no preguntarnos el porqué Belgrano propondría y sostendría algo como ésto que, aunque pudiera emparentarse con aquella noción de "Patria Grande", sin dudas era una medida absolutamente antiargentina y reaccionaria.

Belgrano necesitaba dar mensajes claros dentro de su círculo de influencia, el Alto Perú. Claro quedaba que a los Arribeños les hería en el pecho la arrogancia morenista, los excesos de Castelli en su estadía por esos lares al frente del ejército del Norte, Alvear, Monteagudo y el coro de jacobinos "abajeños". Era sin dudas un gesto conciliador y aunque de modestas ambiciones no dejaba de ser de carácter demagógico. "Romper" con Buenos Aires siempre estaba a la mano para estas cuestiones.

Pero San Martín, alejado de la frontera norte, necesitaba una rápida declaración de independencia. Las restantes cuestiones que se desprendían del Congreso le tenían sin mayor cuidado, manteniendo, a fuerza de conveniencia, su solidaridad con los logistas de Buenos Aires. En esta línea de razonamientos cabe preguntarse ¿porqué Buenos Aires conservaba la representatividad en el Congreso, habida cuenta que jamás participaría en la construcción de una "Bolivia gloriosa"? Por la simple razón de mantenerse cerca de las deliberaciones y no permitir que su ausencia pudiera ser aprovechada en ninguna dirección que confluyera a tal cosa. Tal cosa era inaceptable para Buenos Aires y lo era para el propio San Martín.

Como el Litoral no se hallaba representado en el Congreso, y Buenos Aires solo aportaba a la facción conservadora, era de fuerza que los diputados por Cuyo sostuvieran en pie la discusión en nombre de la logia y de lo que quedaba de Mayo.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Epílogo

Las Actas del Congreso eran encabezadas con la siguiente denominación: "Nos, los representantes de las Provincias Unidas de Sud América..." desplazando cualquier alusión a "Río de la Plata". Quizás no sea del todo cierto esto que vamos a afirmar ahora, pero a la distancia pareciera como que el espíritu democrático, republicano y "federal" parecía representativo de Buenos Aires y del Litoral. Y lo tradicional, lo monárquico, el orden institucional mínimo como para que un gobierno se sostenga y se evite a toda costa la anarquía, parecía del lado de los Arribeños. A la distancia, no suscribimos ninguna de estas dos posturas como propia y en ambas encontramos virtudes y defectos insalvables. También podríamos decir en cuanto a la designación "Provincias Unidas del Sud América" que era un modo de involucrar a toda la América hispana y no sólo al Río de la Plata. Se acerca a la "Patria Grande" y se aleja de la "Argentina".

No obstante y a este punto es bueno recordar que hubo quienes pensaron el dar vida a una nueva y enorme nación que contrastara con el absolutismo europeo. Ya en Europa la Santa Alianza se abocaba a destruir todo viento de liberalismo, de constitucionalismos y parlamentarismos, o sea, de la mera posibilidad de generar gobiernos sustentados en la voluntad popular.

Eran dos mundos, y América era el mundo liberal. Al menos eso se pretendía


Además, y disculpe la insistencia, podíamos prescindir de Europa en lo relacionado con lo político y lo administrativo. Pero lo comercial nos obligaba a ser cautos y a no nadar demasiado lejos de la orilla.

No debemos ignorar el hecho que cuando Napoleón abdica -abril de 1814- mucha de la contienda interna a lo largo y ancho de nuestra América llega inmediatamente a su fin. Esto explica en buena parte aquella comitiva de Rivadavia y Belgrano en la corte española. Ya habíamos visto que en su oportunidad cómo don Carlos María de Alvear ofrecía estas tierras a la corona británica en carácter de "protectorado" o simplemente de "colonia" inglesa. A los tiempos que corrían, el único triunfo liberal podía llegar a ser el de un gobierno monárquico constitucional y parlamentario. El "todo o nada" revolucionario se traducía a estos nuevos términos.

No es inviable la postura de quienes encuentran en estos pedidos una maniobra dilatoria de una decisión de parte de Fernando VII con miras a establecer una monarquía local, otro modo de "independencia" del poder absoluto de España.

Lo concreto es que aquella idea de "liberalidad" ha sido madre del borrego que hoy somos. De algún modo, los hechos anteriores, los presentes y los que vendrán llevarán su impronta. No de un modo claro y puro. Pero lo llevarán. Habrá que ver si además de "libre" era "independiente".

Ya escuchamos a Belgrano y su anuncio relacionado a la muerte del republicanismo en Europa. Aquí, los Caudillos lo escuchaban absortos. Nada más cercano al absolutismo real que el caudillismo regional. Representaban "verdad pura", tierra, sangre y hambre real sin influencia de libros ni otras ñoñadas. Belgrano diría "...están cansados de "Patria" y de auxilios y servicios y quieren probar la vía del alzamiento a ver si sale mejor".

Fernando VII por su negativa en conceder a las Américas algo en prenda de paz, perdería hasta el último níquel de sus antiguas posesiones. Nosotros, que fuimos a negociar desde el llano (dicen que dicen que Lord Strangford nos aconsejaba en estas direcciones), nos quedamos en el páramo, a la espera de una claridad que sin dudas no vendría jamás de Europa.

"Una monarquía temperada, llamando la dinastía de los incas por la justicia que envolvía la restitución de esta casa y por el entusiasmo general que poseerían los habitantes del interior con solo la noticia de un paso tan lisonjero para ellos".

Belgrano viviría lo suficiente para presenciar la inviabilidad de esta idea. Le escribiría a su amigo el peruano don Manuel de Ulloa: "Nada puedo remediar, nada puedo hacer, y sólo me pongo en manos de la Providencia por no caer en una desesperación espantosa y producir males aún mayores. ¿Cómo querrá usted creer que los peruanos que existen en Buenos Aires son los más opuestos y hablan como energúmenos contra la opinión del Inca? (...) ¡Ay! hermano mío: no veo el fin de nuestras desgracias, la ignorancia fue nuestra dote y no puede presentar otras consecuencias"

"Contiendas de aldea" es el modo con que José Ingenieros describió los asuntos tratados por entonces en aquel Congreso. El Tiempo se encargará de demostrarnos que en este caso, don José tenía razón. Pero si hay momentos ineludibles en la vida de toda nación, éste Congreso es sin dudas uno de ellos.
'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Yapa: De periodistas, de Indios y de una cuestión vigente e irresuelta.

'Don Vicente Pazos Kanki' (1779-1852). Retrato imaginario. Autor: Darío Lavia
La propuesta del Inca fue combatida duramente desde la tribuna por Rivadavia, pero muy especialmente por las editoriales destiladas desde La Crónica Argentina por don Vicente Pazos Kanki. "Para que las materias políticas se contraviertan" rezaba el postulado inicial.

En el marco del Congreso de Tucumán fueron suficientes los argumentos a la luz de las editoriales de Kanki así como de las nuevas evidencias aportadas principalmente por quienes se suponía debían propugnar la idea.

Su voz clara entre la espesa selva de nuestra argentinidad no debe pasar desapercibida. Pocos han luchado más abiertamente y con mejores luces contra don Manuel como lo hiciera este notable periodista en la época en que todavía existía tal oficio y arte. También reconocemos en don Pazos a todos aquellos periodistas que quieren salirse de la medianía y de la parálisis en la que viven sumidos desde hace décadas.

Fue quien, en soledad entonces, planteó algo que quizás jamás haya sido cierto, pero que hiciera trastabillar a las mentes afiebradas de monarquía del Congreso: Los primeros promotores de la dinastía de los Incas habían sido los propios españoles quienes desde Montevideo buscaban confundir y embarazar a los patriotas blancos.

Una duda quedó instalada. Si a los indios pertenecía la tierra que se pisaba, y si el derecho del vencedor podía ser exhibido sólo por la España, ¿que mejor derecho podrían presentar los americanos para reclamar la tierra como suya?

Sin dudas se trata de cuestiones emparentadas con lo jurídico, pero esencialmente son de orden retórico. No es necesario aclarar que lo jurídico es lo accesorio en toda esta historia, no lo principal. No importa: el periodista desde la zozobra que genera su pluma exige claridad en la respuesta del político, obliga a repensar lo que ya está consabido, a contemplar incluso las cuestiones jurídicas de orden interno e internacional en que puede incurrirse por descuido u omisión, y a su modo, contribuye con la democracia en eso tan delicado y vital que definiría el maestro don José Manuel Estrada cuando refiriéndose a quienes gobiernan dijo "...la frente altanera y el corazón cuitado de (...) quienes cogen la antorcha y la apagan y duermen cuando es hora de obrar". De esto se trata.

Y en cuanto a los indios, sus asuntos corrían por la misma senda que los de españoles y criollos. Debían ser representados en un gobierno nacional, como parte de un todo nuevo y original.

Tengamos presente que no todos los indios eran incas.

'Indio Peruano' (2008) Retrato de Giampietro Nardello, tomado de artmajeur.com
Podría haberse pensado en un sistema integrador que aceptara y respetara el derecho de las diversas tribus a elegir sus respectivos Jefes y asignarle el nombre y grado de "Inca" o Cacique a su gobernante. En el plano provincial, reportarían al gobierno que correspondiere y les cabría los derechos y obligaciones de la nueva constitución. Pero no deja de ser un modo de segregarlos o diferenciarlos, asunto que reñía con las postulaciones de una naciente república liberal. Además, podía esperarse igual invocación de los otros grupos étnicos que poco a poco poblaban nuestras tierras, lo que hubiera llevado a una situación truculenta e inestable. Justo es destacar que lo que terminaría ocurriendo reuniría ambas virtudes teologales.

La causa del indio era compleja y no era prioritaria, como tampoco lo es hoy.

Para el caso de una monarquía, estas cuestiones asumirían otro cariz que no vamos a desandar por estos tiempos que corren. Lo concreto es que aquellos grupos que respondían a la causa revolucionaria, serían independizados como parte de un todo. Y quienes luchaban por las causas de los españoles, serían combatidos y muertos en el campo de batalla. Claro... era difícil por entonces determinar la validez de cada "alianza" o "posición"... tanto indios como criollos cambiaban de bandos... la dinámica de los sucesos no permitían ninguna clasificación ni valoración de este tipo.

El tiempo no resolvería a satisfacción estas cuestiones que la mano del estadista no encaminara en su oportunidad, y hoy por hoy, la causa del indio es tan inestable como lo fuera en los tiempos que estamos abordando.

'Chichcagüel  -  Tío del Cacique Kankel - Tehuelche - año 1895'. Foto del Archivo General de la Nación (Prof. Myriam del C. Casals - Jefa Dpto. Doc. Fotográficos - Archivo General de la Nación, com.pers.)
Concreto es que había que fomentar la inmigración para que la población aumentase en cantidad y con el tiempo en identidad. (Procesos lentos que requieren justamente por su naturaleza, de mayor cuidado y previsión). Los indios eran parte de nuestra población activa. No era sencillo desnaturalizarlos ni obligarlos a "ser argentinos" como no es sencillo reemplazar la voluntad de nadie, por pedestre o mezquina que ésta fuere.

Nunca se vieron involucrados - por decisión propia y por falta de plan de los gobernantes - seriamente en nuestras cuestiones de argentinidad. Es claro que han participado activamente tanto dentro de la guerra por la independencia como en el marco de nuestra guerra civil, sea en el bando de uno u otro caudillo, sea en malones, junto a nuestros ejércitos y aliados con los realistas, con otras tribus o simplemente en actos de vandalismos aislados y odiosos.

Pero jamás lo hicieron activamente desde un costado decisorio, que implica previamente asumirse dentro de un todo que los involucre y les exija. Le cabe al indio lo mismo que a cualquier mortal. Su calidad moral no puede medirse "por grupos", y cada individuo es distinto a otro.

Sólo agregar que hoy, año 2011 de nuestro Señor, tampoco se sabe fehacientemente de qué lado del río están los indios. Se les manipula y ellos manipulan. Pero sea como fuere, esto nos introduce a una cuestión seria y absolutamente vigente.

La cuestión poblacional.

Generalmente el abrir las fronteras y consagrar beneficios al inmigrante genera la llegada de oleadas de familias e individuos entre aquellos que no lograron acomodarse en sus lugares de origen, los descastados, quizás los perseguidos, los menos deseados. Los Estados Unidos asimilaron sus movimientos inmigratorios con solvencia, no sin dolores de cabeza y sin prejuicios. Procesos largos pero ineludibles. Quizás demasiado largos para un país como el nuestro donde ayer y hoy lo coyuntural se lleva todas las voces, las mejores luces, y todas las acciones de gobierno. También volveremos sobre este punto.